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Organizaciones mejores, algo que podemos hacer entre todos desde la vertiente social (implicarse, contribuir) y desde la vertiente personal (pensar, disfrutar, imaginar). Si recogemos información dispersa en diferentes ámbitos, podemos vislumbrar que existe una especie de continuum alrededor del cual giran los acontecimientos que van moldeando la nueva sociedad: el mercado de trabajo y la economía

Respecto al mercado de trabajo, ya lo sabemos hace algún tiempo, pero últimamente Ryan Avent -  corresponsal económico de The Economist - explica en su libro La riqueza de los humanos  los avances de la robótica y los peligros que conlleva de reducciones de jornada laboral y de posibilidades de encontrar empleo (aspecto que tratamos aquí hace meses en el artículo Personas electrónicas que cotizarán a la Seguridad Social… o no). 

Avent hace hincapié en que una gran mayoría de personas mayores de 50 años no tendrán trabajo en un futuro próximo, y que se producirá un aumento de la desigualdad entre una élite de trabajadores con buena remuneración y el resto de la sociedad, en paro y sin posibilidades de recolocación o con salarios paupérrimos. 

En esas circunstancias, una parte importante de los ciudadanos dependerán cada vez más de las decisiones del Estado como garante de los ingresos mínimos para la supervivencia, lo que modificará  probablemente la visión que tenemos de la sociedad y la política actuales: quién se puede beneficiar y quién no, qué criterios de reparto se habrán de aplicar, qué méritos habrá que aducir para conseguir ayudas públicas, qué ocurrirá con las bolsas de pobreza…  cómo se definirá quién merece qué y quién debe pagarlo dibujará, en resumen, una nueva realidad social.

En cuanto a la economía en general, traigo a colación a Emilio Ontiveros, consejero de la editorial Ethic, quien explica que  en nuestro país  cada vez se aporta  menos presupuesto a I+D hasta el punto de que estamos a nivel de países menos desarrollados. 

Si consultamos el índice de innovación Altran, vemos que España ha caído al puesto 18 en el índice de inversión en I+D como porcentaje del  PIB, en compañía de países como Lituania, Polonia y Eslovaquia, mientas que en la cabeza de la lista vemos a Suecia, Finlandia y Dinamarca.  

La inversión en educación también se ha sacrificado:  somos el segundo país empezando por la cola,  acompañando a Rumania, Bulgaria y Eslovenia.  En la cabeza de la lista están, oh sorpresa, Dinamarca, Suecia y Finlandia.

Estar en la cola en cuando a inversión en I+D y en Educación nos dificulta, en palabras de Ontiveros, tener ventajas en activos intangibles para poder diferenciarnos de economías menos avanzadas para ser menos vulnerables frente a otras crisis y para ganar competitividad frente a otras economías cuya principal ventaja es tener salarios bajos.

En este escenario, el crecimiento de la economía no ha llegado a la clase media, con unos niveles salariales que impiden superar la precariedad.

Mientras tanto, la Administración ha dado prioridad a rescatar negocios privados con dinero público y  ha puesto en marcha  otras políticas económicas que no contribuyen precisamente a que los ciudadanos confíen en la res pública.

Así las cosas, la ciudadanía intenta solucionar sus problemas y mejorar la sociedad un tanto al margen de las políticas oficiales, poniendo en marcha múltiples iniciativas que frecuentemente generan cambios sociales y que en muchas ocasiones desembocan en nuevas leyes y nuevos modelos de convivencia (véanse por ejemplo los conflictos en el sector del taxi y en el de los apartamentos turísticos).

Hoy vamos a hablar, pues, de dos propuestas en este sentido:

Joi Ito, director del MIT Media Lab, ha creado el premio Disobedience Award  para premiar a personas o grupos comprometidos en aquello que se considere un ejemplo extraordinario de desobediencia en beneficio de la sociedad, bajo el lema No cambiarás el mundo haciendo lo que se te dice. Eugenio Mallol nos lo explica resumiendo que el planteamiento se basa en las condiciones de  no violencia, creatividad, coraje y responsabilidad por los propios actos, y que la ciencia enseña el camino del siglo XXI a la ética.

La segunda propuesta nos la presenta Imma Fernández. Se trata del proyecto "Viles pel benestar" (Poblaciones por el bienestar), mediante el cual dos poblaciones catalanas acogen un proyecto pionero de cultura emocional pública cuyo objetivo es proporcionar a la ciudadanía competencias que les permitan saber cómo ser más felices.  Se trabaja en los ejes de enseñar a vivir, tener más empatía y menos conflictividad.

De todas las opciones disponibles he escogido estos dos ejemplos porque veo en ellos rasgos comunes:  cambiar la sociedad comenzando por cambiar a las personas.

En efecto, cada vez más - afortunadamente - se da cancha a la sociología, psicología, antropología y otras ciencias blandas para diseñar nuevas rutas compartidas hacia una sociedad mejor que ya se está alejando del modelo capitalista y desarrollista propio del pasado siglo.

Los profesionales que nos apoyamos en esas disciplinas sentimos la obligación moral de contribuir al gran proyecto del nuevo siglo aportando nuestra mirada diferente, aquella que pone a la persona en el centro para devolverle el protagonismo perdido y conseguir así una sociedad más justa, responsable y ética.

Para que la persona retome ese protagonismo una de las primeras cosas que ha de hacer es tener tiempo para pararse, sentir, pensar, marcarse objetivos de mejora personal…  gracias a su conexión interior, y todo eso solo puede realizarse si es dueña de su tiempo.  Así que una de las buenas cosas que podemos hacer es permitirnos (y permitir a los niños que ahora estamos educando en los valores sociales) tiempo libre, incluso tiempo para aburrirnos.

Ronald D. Siegel  nos explica que el aburrimiento puede ser un catalizador de la reflexión, la inspiración, el humor y la diversión, y que el  tiempo de inacción fomenta la creatividad y el desarrollo interior.   En este sentido considero muy recomendable el libro de Sandi Mann El arte de saber aburrirse,  ayuda a considerar el aburrimiento como un aliado en vez de un enemigo.

Nos hará falta mucha creatividad y mucho desarrollo interior para afrontar los retos venideros si queremos dibujar una nueva sociedad. Así que no estaría de más que estudiáramos en serio propuestas aparentemente chocantes como la reducción paulatina de jornada o tantas otras que van surgiendo en diferentes ámbitos para que las personas dispongamos de más tiempo libre.

Al fin y al cabo, una persona con tiempo libre es más dueña de sí, y eso se refleja a medio plazo en cómo diseña su propia vida y sus relaciones con los demás;  por lo tanto, está diseñando un nuevo modelo social, que actualmente tanto necesitan las organizaciones y la sociedad en general.

¿Apuestas por desarrollar las vertientes personal y social de las personas para cambiar el modelo de convivencia actual?

Edita Olaizola (@EditaOla)

 

 

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