El relato ‘Sopla’ gana el segundo Concurso de microcuentos eólicos de AEE

El segundo Concurso de microcuentos eólicos de la Asociación Empresarial Eólica (AEE) ya tiene ganador: Francesc Sisteré, por su relato ‘Sopla´.

AEE, con la colaboración de la revista Energías Renovables, ha lanzado este certamen con motivo del Día Mundial del Viento, que se celebra el 15 de junio. El objetivo es despertar la imaginación en relación a una fuente de energía, el viento, que es autóctona, limpia y eterna. El premio es la visita a un parque eólico con posibilidad de subir a un aerogenerador (siempre que las condiciones climatológicas lo permitan). Además, tanto el relato ganador como los finalistas serán publicados en la revista Energías Renovables y en su página web.

Nuestro granador, Francesc Sisteré, es químico y trabaja en el laboratorio de la Agencia Catalana de Aguas. Desde hace tiempo, le interesan las energías renovables y esta vez ha tenido ocasión de unir este interés a otro de sus hobbies, los relatos breves. No obstante, este ha sido su primer microcuento.

El jurado, que se reunió el pasado 20 de junio en Madrid, ha estado formado por Pepa Mosquera, directora de la revista Energías Renovables; Javier Rico, periodista especializado en medio ambiente y biodiversidad, que colabora con El País, Energías Renovables y las revistas Quercus y Desarrollo Rural y Sostenible; Sergio de Otto, consultor en energías renovables, periodista y asesor de AEE; y Sonia Franco, directora de Comunicación de AEE, además de periodista y escritora.

Y, ahora sí, el relato ganador:

Sopla

Por Francesc Sisteré

 

–Papá, mira, ¡ya he terminado el trabajo de tecno! No fue tan difícil.

El niño sopla sobre el molinillo, éste gira y un led verde se enciende. El niño sonríe. El padre baja la mirada.

Al día siguiente, un alto directivo de Fuel Electrics, con la mirada fijada en la mesa,  toma un café con su presidente.

–Tenemos un problema. Debería hablar con sus contactos de Cultura. Tendrían que “retocar” el programa de estudios de los críos.

El presidente sonríe.

 

Los otros cinco relatos finalistas son los siguientes:

 Eólica Mancha, de Francisco Pi Martínez.

—Pero, mire vuestra merced, que no son gigantes sino aerogeneradores eólicos.

—Bien parece —dijo el hidalgo— que no estás versado en esto de las energías renovables. —Y, diciendo esto, acometió al primero de ellos, chocando su lanza violentamente contra el blanco metal.

—¿No le dije, señor, que no se trataba de gigantes? —gritaba Sancho mientras se apresuraba a socorrerlo—. Y hasta dicen —continuaba— que con esos aparatos puede iluminarse una estancia sin necesidad de vela ni candil.

—Calla, amigo Sancho, que las acciones de las eléctricas, más que otras, están sujetas a continua mudanza.

Natural repowering, de Abel Ballesteros Bito.

Mira hija. Mira todos esos molinos dando sus últimos giros. Allí, entre esa marabunta de gigantes hiperactivos, te engendramos tu madre y yo hace veintitrés años, dentro de aquel Citroën AX, con la Virgen de la Moreneta colgando de espaldas del retrovisor. ¿Te acuerdas de él? Mamá te llevaba en ese coche cada mañana al colegio. En pocos días esas máquinas desaparecerán y otras más eficientes las sustituirán, en ese proceso que llaman “repowering”. Parece incluso natural. Justo lo que está pasando, sólo que más lentamente, hija, con nosotros, tus padres, y contigo.

Los molinines, de Marta García París.

Mi abuela dice que no quiere morirse sin ver los “molinines” instalados porque traerán riqueza.

Mi padre no quiere que esas estructuras blancas destrocen el paisaje de su infancia.

Yo defiendo la autonomía energética, pero me cuesta aceptar que unas enormes piruletas lechosas invadan mis rincones favoritos.

Pero el egoísmo nos ciega, a mi abuela, a mi padre y a mí: al fin y al cabo le dejamos el pueblo a mi hijo… ¿le hemos preguntado si le molestan los aerogeneradores? Seguramente la respuesta sea no: no, porque ya ha nacido viéndolos, como a mí tampoco me incomodan las carreteras.

La ráfaga, de Santiago Gómez López.

El calor era asfixiante. La misma atmósfera mineral que en la mina hullera donde fuera picador. También hoy le faltaba el aire. Sin embargo, todo era pulcro y limpio en la sala de estar donde le había citado Irene. Hasta ese brillo de despedida en sus ojos verde mar. La sola idea de perderla le exprimía el ánimo hasta el agotamiento. Y el silencio eterno del instante previo al desastre cuando todo es posible todavía… Entonces ocurrió. Una ráfaga repentina y fresca abrió de golpe la ventana. Y les penetró muy adentro, hasta iluminar su corazón. Supieron que para siempre.

Lucy y los gigantes, de Alex Benavides Fuentealba.

En una lejana comarca anunciaban que unos terribles y horrendos gigantes invadirían la aldea, sus inmensos tentáculos y un zumbido ensordecedor como miles de abejas asesinas devastarían la apacible vida de sus habitantes.

La pequeña Lucy cada noche se cobijaba con su madre, ella bajo la luz de la vela le leía cuentos para sosegar su pavor.

Un día los gigantes llegaron, se erigieron uno tras otro en el acantilado de los árboles inclinados.

Lucy ya no temió más, porque los gigantes con sus blancos abanicos apagaron las velas e iluminaron de esperanza la comarca.

 

Desde AEE, queremos agradecer a todos los participantes, que han sido muchos, su entusiasmo por la energía eólica.

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